Cada vez veo más hombres que asumen su rol de padres de forma diferente a como lo hicieron las generaciones anteriores; esta situación ha generado
cambios en la estructura y relaciones familiares.
Lo que he observado es que los padres jóvenes, sobre todo aquellos que están en los 30’s están asumiendo las tareas del hogar como parte de sus
responsabilidades, esto indudablemente cambia las relaciones al interior de la pareja parental; se involucran activamente en la crianza de los niños, lo cual genera una mayor presencia del padre en la vida del hijo; no se incomodan ni avergüenzan si deben salir solos o hacer compras para sus niños y, son padres que desarrollen vínculos emocionales fuertes con sus hijos.
Estos son los padres millennials, nacidos después de los 80’s, en una sociedad
tecnologizada, que valoran su libertad e independencia, posponen la paternidad
hasta después de haber estudiado, viajado y tener un trabajo; quizá por esto
quieren estar más presentes en la vida de sus hijos, de lo que estuvieron sus
padres.
Algunas de las fortalezas de estos ¨nuevos¨ padres es que buscan llegar a
consensos con sus hijos, deliberadamente tratan de no usar prácticas autoritarias
de disciplina; como son padres que han crecido en una sociedad más
democrática buscan aplicar estos valores a la familia: Prefieren tener
conversaciones largas y diálogos con los hijos buscando fomentar en ellos la
capacidad de tomar decisiones informadas.
Otro aspecto a resaltar de estos nuevos padres, es que disfrutan sin reservas la responsabilidad de su familia, lo cual los lleva a ser capaces de asumir cualquier rol que ésto le exija, acompañar a sus hijos al pediatra, ir a reuniones escolares, asumir la custodia de sus hijos, etc.
Las dificultades que pueden llegar a enfrentar estos padres es que en su afán de ser tolerantes y comprensivos con sus hijos pueden llegar a ser permisivos, y tener dificultades para establecer normas claras y firmes; olvidan que la familia no es una democracia, y por eso encontramos niños de 3 y 4 años que tienen voz y voto en aspectos como la hora de acostarse, si ver o no televisión, si cepillarse o no los dientes, dónde dormir; etc.; estos padres se sienten incómodos con las reglas y normas rígidas, y no son capaces de soportar la frustración de sus hijos.
En su afán de ser ‘amigos’ de sus hijos temen asumir el rol de autoridad y por esto se convierten en ‘hermanos mayores’, lo cual puede dejar a los niños sin la claridad suficiente, respecto a qué se les permite o no, y de cuáles son los límites en las relaciones consigo mismo y con los otros.
Así que es importante que estos padres aprendan Que tener normas firmes y claras, es otra forma de demostrar amor a sus hijos. Que normas y límites, no son sinónimos de maltrato. Que el mal comportamiento de los hijos debe tener una consecuencia.
Que consecuencia, no significa castigo físico o gritos.
Y sobre todo, que ser padre significa frustrar con amor.